jueves, 16 de febrero de 2006

Una de mudanzas

Aquí estoy. Recién mudado. Me he hartado de las estrecheces y pequeñas limitaciones domésticas de mi anterior morada virtual, un blog de formato y gestión francamente incómodos. Así pues, heme en este pisito céntrico, modesto, barato, intentando ajustar los enchufes, colgando este cuadro y aquél, explorando aquella mancha en la pared sin concluir a ciencia cierta si se trata de la marca del roce de algún mueble del anterior inquilino o de la huella de una gotera... Lo normal cuando uno se está instalando.

Se está bien aquí. O eso intuyo.

Por el patio interior se escurre la luz vaga de este día raro, a ratos nublado, a ratos radiante, que cubre todo con una capa entre celeste y gris.

El aire huele a sol en duermevela, vespa sin silenciador adelantando por la acera, a calle angosta y a tienda de ultramarinos regentada por un simpático asiático que ha conservado en la fachada el antiquísimo letrero de "Lechería".

Mi nueva bitácora tiene también un balcón exterior, con un geranio que ya estaba ahí cuando llegué y una vista a una calle céntrica cualquiera con un agente de movilidad poniendo una multa a un ford Ka que está abusando de la hora concedida por el parquímetro.

El aire huele al Madrid de Galdós y al de Almodóvar, a churro recién hecho y a tubo de escape y al suavizante de la ropa tendida y a perfume de muestra de revista femenina y a café con leche. Me gusta esta mestiza percepción. Me gusta esta corrala.

Sí, se está bien aquí.