"Podrías hacerte un blog, papá, ahora que ya no trabajas, y tienes tiempo, con lo que te gusta hacer de tertuliano", le dije hace tiempo, y el tío -el padre, vamos, el mío- no sabía de qué le estaba hablando. Le ayudé a encontrar la caña, y él, aprendió a pescar, y a bucear, y a moverse como pez en el agua en la bloggocosa. Hoy, Rafa, el kalibeño de Rivas, y a la sazón, proveedor del 50% de mis genes, cumple sesenta años que le traen la ansiada jubilación oficialísima. Y aquí, servidor, una quinta parte de su prole, no puede evitar emocionarse al ver cómo aquella proposición indecente que le chivó Freia por un mensajito privado del facebook se ha hecho realidad: los amigos y amigas que mi progenitor tiene en la bloggosfera se han confabulado para desearle unos felices sesenta y una jubilación en paz y en red.
Felicidades, papá. Y felicidades, por supuesto, a esa santa que te aguanta hace ya varias décadas, que ha cumplido sesenta años también quince días ha, y que, qué voy a contarle a nadie, se ha ganado con creces compartir estos años dorados al sol de la Kabila terrenal junto al ya jubileta con todas las letras.
Felicidades, papá. Y felicidades, por supuesto, a esa santa que te aguanta hace ya varias décadas, que ha cumplido sesenta años también quince días ha, y que, qué voy a contarle a nadie, se ha ganado con creces compartir estos años dorados al sol de la Kabila terrenal junto al ya jubileta con todas las letras.